PERTENECER
- Jilary Castro
- 22 ago 2020
- 8 Min. de lectura
Este blog, son retazos de escritos de cosas que he pensado. Pareciera que algunos no concuerdan entre sí, pero así son los pensamientos, descomunales, inoportunos, espontáneos.
Así es este texto. Un pedazo de mi alma, hecha papel.
¿Hay un lugar en el que encaje?
Calles conocidas, lugares ya transitados. No me hallo en ninguno. ¿Estás seguro que este es mi lugar? Le pregunté al señor en voz baja.
Los veo reírse a carcajadas a lo lejos, al sentarme junto a ellos no entiendo que es lo que les causa gracia.
Esta sensación en el pecho de querer estar, pero no lograrlo. Estar aislada a pesar de tanta gente ¿Será que hay algo mal conmigo?
Lo intento, una y otra vez lo intento. Este no es mi lugar me digo. Estar en tantos lugares y a la vez no estar en ninguno. Tantos grupos de WhatsApp, tantos chats, tantas personas y al final sentir que no hay espacio. Aunque ahora se supone que el mundo es más unido, tengo siempre esta percepción de estar aislados. Comerciales de televisión donde la gente ríe a carcajadas, juegan en la playa, se besan bajo la lluvia, caminan en una noche estrellada ¿podrá ser real? Tantas historias en Instagram con filtros bellos, copys escritos de la autoría de cualquier “fulano” que no se atreven a nombrar para parecer más interesantes...
Pertenecer, pero no solo encajar, sino sentir que le perteneces a alguien. Encajar es muy fácil, te vistes así, hablas asa, comes esto, actúas de cierta forma y como por arte de magia “Encajas” pero es un engaño, eso no es pertenecer. Todos tenemos este deseo de ser invitados a la mesa, de no pasar desapercibidos, de ser recordados, de ser nombrados de ser reconocidos. Un mundo donde todo el mundo parece encajar pero donde muy pocos pertenecen.
Pertenecer en donde la gente ya no sabe que es sentido de pertenencia. Es que la pertenencia no es posesión. Pertenencia es apropiación, cuidado y reconocimiento. Lastima que su significado sea tan tenue y confuso hoy día. La gente no se apropia de sus roles, ni como padres, ni como líderes, ni como amigos, ni como hijos… ¿será por que no sienten que esos roles les pertenecen?
Me siento y escucho. No me identifico con sus palabras, me siento abrumada, hablan de tantas cosas que me suenan a nada, llego a mi casa y lloro. Una situación que se repite, una y otra vez. Semana tras semana. Peleo conmigo. Batallo con la idea de “El problema eres tú” Intento <<arreglarme>> sin saber muy bien que es eso que esta mal conmigo. No soy de allí, ni de allá. Limbo, si, limbo emocional.
Ese día fue el colmo que quebró el vaso. Nunca había llorado tanto, ese día entendí lo mucho que mienten las fotografías y lo falsos que pueden ser los estados. Ese día entendí que las mascarás son otro accesorio de eso que denomino encaje. Ese día me descubrí rota y sola queriendo tomar mis maletas y mudarme al otro lado del mundo ¿Sabes que es esforzarte para estar en un lugar donde NO fuiste diseñada para estar o donde simplemente no entienden tu diseño? ¿Sabes que es querer que te vean, que te noten, que te escuchen y que nadie lo haga? Pero no hablo de ser vista por todos, no hablo de ser reconocida por todos, sino de darte cuenta que al parecer no perteneces completamente a ningún entorno. Llore con amargura y odie el mundo, no todo el mundo, odie mi mundo. Quise abandonarlo todo. ¿Por qué no era aceptada en ese lugar donde quería estar? ¿Por qué no me incluían? ¿Por qué no me querían?
Los ojos hinchados, el cuerpo cansado, la mente nublada y los sueños apagados.
Deje salir el dolor que llevaba dentro, lo deje salir escribiendo, leyendo, pintando, orando, bailando. Lo deje salir sin rodearme de nada y abrazando todo.
Puse mi mente en orden, puse en palabras lo que sentía. Lo escribí todo:
Cuando me había sentido pequeña, sola, ignorada.
Cuando me habían rechazado o se habían burlado.
Cuando me habían visto desde la envidia.
Cuando me habían subestimado.
Cuando no me habían escuchado.
Escribí y escribí mientras dejaba mis lágrimas caer. Escribí sobre cómo me decían que me querían pero en verdad no lo hacían “No saben querer” puse en letras grandes. Escribí sobre cuando me desahogué y pareció no importar, nadie entendía, escribí sobre lo que decían sus miradas <<son meras niñerías >> mientras suspiraban; escribí sobre esas cosas que pensaba que no habían dolido pero que dolieron hondo. Escribí sobre la comparación, el desamor, las fallas, la soledad, la ira, escribí hasta que me dolió la mano. Escribí sobre mi niñez y esos días donde era feliz y no lo sabía, escribí sobre los recuerdos de los momentos donde me sentí amada, escribí sobre las mentiras que había creído acerca de mí, escribí sobre todo y lloré. Entonces allí, delante de Él puse todo, fue como si un pedazo de mi alma quedara en el papel, mientras sentía que Él leía cada una de mis páginas, lloré desconsolada hasta que se acabaron las lagrimas y me pesaron los ojos. No quiero cargar más con esto. Te entrego mi carga. Fue lo último que dije mientras sollozaba.
No sé en que momento me quedé dormida y tampoco sabía lo que pasaría cuando despertara.
Esas ansias inmensas de pertenecer a alguien. De que alguien mencione nuestro nombre como si en él hubiese belleza. Ese deseo de que alguien sienta profunda dicha al verte, de que por lo menos una persona en el mundo diga que haces mejor su mundo.
Ese día todo cambio.
Como de costumbre hice lo acostumbrado. Me levanté, oré, leí mi biblia.
No quiero que me malentiendas, yo era feliz. No estaba completamente satisfecha, pero si temporalmente saciada. Esos momentos de tristeza llegaban como una nube negra a oscurecer lo bello del paisaje. Llegaban de vez en vez cuando algo lo detonaba. Todo parecía estar bien, hasta que alguien me cerraba la puerta en la cara. Podía ser cualquier cosa, una conversación en la que no era incluida, una mala mirada, una pregunta a la que intencionalmente nadie daba respuesta, una sonrisa falsa, un chisme sin fundamento, una salida a la que no era invitada o siendo completamente honesta un “unfollow” por parte de alguien que me importaba.
1 samuel 16-18. Tarde en la noche – Samuel unge a David.
¿Por qué su padre no lo llamo?
¿Por qué sus hermanos lo menospreciaban? ¿se burlaban de él?
¿Dónde estaba su madre para defenderlo? ¿David no era como el promedio?
¿Por qué pastoreaba las ovejas solo? ¿Peleo batallas solo? ¿Sin nadie?
¿Qué se sintió ser llamado a la mesa?
Me imagino el rostro de todos, algunos avergonzados, otros sorprendidos, otros haciendo cara de “¿Este profeta, si será profeta…?” Me imagino la actitud humilde de David al entrar en una habitación llena de gente en donde todos los ojos estaban puestos en él, sus ropas no eran las adecuadas.
Me imagino la cara de Samuel al ver que no era lo que esperaba y al escuchar la voz de Dios, llamarlo fuerte y claro por su nombre “David, ven siéntate a la mesa” Y quizás, por primera vez en su vida, David sintió pertenecer. No pertenecer a la realeza, ni pertenecer a la familia. Ese día el sintió el honor de pertenecer a Dios, aunque nadie lo había visto, Dios si, aunque nadie sabía de sus canciones, Dios sí, aunque nadie le importase sus ideas a Dios sí. Dios le dio una invitación a su casa, a su mesa y a su trono.
Te estoy invitando a ti, me dijo. Esta vez llore por otras cuestiones. Todas su promesas, sus palabras, los momentos mas duros salieron a relucir como una película en mi pensamiento.
Aunque nadie te celebre, yo te celebro.
Aunque nadie te vea, yo te estoy viendo.
Yo te escucho, yo te noto. Me importas.
Yo te reconozco. Me perteneces.
Ese día lloré pero de felicidad, los días siguientes estuvieron marcados de susurros de su voz en momentos puntuales, donde el dolor quería venir a punzar mi corazón.
Me dio utilidad cuando me sentía inútil y me encomendó labores que quizás para otros yo no soy la mas apropiada. Cuando las voces vinieron a decir “Por que ella” “no lo merece” “lo haría mejor…” “no está lista” “quien se cree” El me dijo, yo confió en ti.
¿Te cuento un secreto?, me dijo un día y lo atesoro con supremo cuidado.
Aunque nadie se ría, yo río contigo, me dijo un día frente algo que pensé y no me atreví a decir en voz alta.
Eres suficiente, para mí siempre eres suficiente.
Me empecé a sentir mas segura, con todo, con mi cuerpo, con mis ideas, con mi voz. Empecé a cantar de nuevo y a bailar por toda la casa. Empecé a sonreír de la nada y abrazar mas fuerte a todos. Empecé a decir TE AMO con libertad y a saltar de emoción cuando algo me llenaba de alegría, empecé a pintar y a escribir mas seguido y me empecé a sentir como cuando alguien recobra la memoria. Es que esos momentos que nos rompen nos dejan como inválidos y asustados frente al mundo.
Yo te defiendo, yo te cuido – Me dijo un día que el temor me asalto.
Él me rodeo cuando me sentía sola y me hizo compañía mientras almorzaba. Recuerdo salir de una clase y no tener con quien sentarme, todos estaban con sus amigos, todas las mesas estaban ocupadas, me senté sola, tome el celular para distraerme o quizás para engañarme y no aceptar el hecho de que me sentía “sola” y excluida él me dijo estoy aquí y entonces sonreí. Allí aprendí el valor de orar en todo tiempo.
Él me dio detalles que siempre había querido, detalles que solo entendemos los dos.
Cuando vienen pensamientos de tristeza él me dice conversa conmigo.
Él me hizo sentirme segura de nuevo y me afirmo con sus palabras:
Me gusta cuando bailas aunque no haya música, me gusta lo que escribes, me gusta lo que pintas. Me perteneces a mí. Mi nombre esta sellado en tu corazón “eres mía”
Ven, siéntate a la mesa, come de mi plato, recuéstate en mi pecho.
Él me dio lo que yo siempre había querido, la libertad de ser yo misma mientras era admirada por él. Él me dio el coraje para volver a ser lo que yo creía que ya no era.
Él me dijo las palabras que mi corazón añoraba y que yo no sabía que existían
Él me coronó de gracia y me dio nuevas vestiduras.
Él me dio la fuerza para perdonar cuando yo no quería
Él me recordó quien era, él celebro mi diseño.
Él mostró orgullo y felicidad al verme caminar tintineante hacia sus sueños.
Él me animó con fuerza cuando yo creía que no lo lograría y gritó de gozo al verme vencer mis miedos.
Él me mira con ternura y compasión. De inmediato mi corazón egoísta y explosivo se serena ante su mirada.
Él me enseña con paciencia. Me escucha, me lee, me responde, me habla, me atiende, me reprende, me corteja, me levanta, me impulsa, me inspira, me corrige, me forma, me recuerda que voy camino a casa.
Él se hace presente en cada circunstancia. Él llama mi atención de maneras sencillas.
Mi amado, al que pertenezco tiene un nombre, nombre que es sobre todo nombre: Jesús
Hoy escribo estas líneas y mientras lo hago lagrimas caen de mis ojos. Miro mi vida con agradecimiento. Todos los momentos que he atravesado me llevan una y otra vez hacia él, incluso cuando he querido huir por alguna razón tonta, él sale a mi encuentro, me sana y me ayuda a madurar. Pudiera decir que hay algo especial en mi, pero todo lo valioso y lo que soy es a causa de él. No sé si has vivido lo mismo que yo, no sé si has luchado con la idea de NO PERTENECER y con todas tus fuerzas desearlo, quizás tienes recuerdos del pasado que siguen atormentándote, no se si estas batallando con la idea de que no hay un lugar para ti, no se si has sentido que tienes que actuar de cierta forma. Pero si estoy segura de algo, que si estas leyendo esto, que si has llegado hasta aquí no es casualidad. El mismo que me ama a mí, me dio un lugar, me dio perspectiva y orden puede hacerlo contigo! PERTENECES COMO NO TIENES IDEA. Nadie sabe mas sobre ti que quien te creo, el sabe lo que necesitas. Él te ama. Él te escucha, quizás este blog es una muestra de eso. Hay un lugar para ti en su mesa, tiene tu nombre. Él te invita a pertenecer.
(Te animo a orar con la canción del principio. Sino sabes que es orar, es hablar con Dios. Habla con él)
Con amor
Jilary con J
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